«Escudo cuadrilongo de punta redonda. En campo de azur, un castillo con cuatro torres de oro, mazonado y aclarado de sable, terrazado de gules, acostado y superado por tres flores de lis, de oro. Al timbre, corona real abierta».
Onil es un municipio de la Comunidad Valenciana, España. Está situado en el norte de la provincia de Alicante, en la comarca de la Hoya de Alcoy (en valenciano y oficialmente l'Alcoià), a los pies de la Sierra de Onil, y forma parte de la subcomarca histórica y natural de la Hoya de Castalla (Foia de Castalla) El municipio está adscrito al partido judicial de Ibi y es conocido como la cuna de las muñecas y los juguetes. Cuenta en la actualidad con 7493 habitantes (INE 2017).
Siglo XIII
No hay, en el área específica de Onil, pruebas de una ocupación ininterrumpida anterior a la época musulmana (la comprendida, en este caso, entre los siglos VIII y XIII). Aunque la arqueología ha sacado a la luz en su término municipal algunos vestigios de fecha ibérica y romana (y otros de más antigua datación), los primeros documentos escritos de que se dispone acerca de Onil5corresponden al siglo XIII y apuntan, como es lógico, al momento de la colonización cristiana que está teniendo lugar en esas fechas y a la etapa musulmana inmediatamente anterior.
Después del tratado de Almizra (1244), el príncipe almohade Abū Sa'īd al-Rahmān (también conocido como Abū Zayd y tradicionalmente como Zeit Abu Zeit), anteúltimo soberano musulmán (valí) de Valencia, convertido al cristianismo toma en 1244,9 como vasallo del rey Jaime I y acompañado de cruzados cristianos, el área de la Foia de Castalla, donde se ubican Onil y la alquería de Favanella, cuyo control ejerce por espacio de varios años, actuando al parecer juntamente con el caballero aragonés Ximén Pérez de Arenós. Concluye en esa zona, en especial con la toma de Biar (1245), el ciclo de conquistas cristianas iniciado por el rey en 1229 en Mallorca. En el caso particular de Onil, esas fechas marcan, en rigor, el inicio de la implantación del cristianismo en estas tierras, y ello seguramente por primera vez desde tiempos apostólicos.
En 1247, Abū Zayd cede los derechos eclesiásticos sobre estos lugares al arzobispo de Tarragona. El señorío secular se lo había asignado a sus hijos Alda y Ferrando y a sus respectivos cónyuges, Blasco Pérez de Arenós y su hermana Teresa, hijos los dos últimos de Ximén Pérez de Arenós. Con este, lugarteniente del rey en Valencia, acuerda Jaime I en 1251 el trueque de los lugares de Onil y Castalla por los de Cheste y Villamarchante.18 Ello ocurre probablemente con el objeto de reforzar la defensa de aquella zona meridional, que en aquellos años se encuentra, como es sabido, en la franja suroccidental del reino y forma frontera directa con el de Murcia, hasta poco antes taifa y ahora protectorado cristiano, donde Castilla aún pugna por afirmar su hegemonía tras obtener en esas tierras acceso al Mediterráneo.
A la llegada de los cristianos en el siglo XIII, Onil debía de ser un exiguo núcleo de población musulmana asociado a un fortín o puesto de vigilancia (documentación latina de 1251 habla de una "turris de Unili"), cuyo emplazamiento exacto se desconoce. Es natural pensar que los cristianos se encontraron en aquel modesto poblado con un pequeño número de moros (vinculados a la aljama de Castalla), y asimismo tuvo que haber moradores mahometanos en la alquería de Favanella, o acaso dispersos en partidas rurales del término (rafales, almunias), si no abandonaron esos parajes precaviéndose de la llegada de los cristianos o fueron ahuyentados por los nuevos pobladores. A un primer momento, en que pudo establecerse una reducida guarnición, seguiría una segunda fase, de colonización (presumiblemente, con poco elemento humano aún), ya en los años sesenta, después del desmantelamiento de la aljama de Castalla, tras la revuelta mudéjar de Murcia (1264-1266).
Jaime I asigna el fortín de Onil ("castrum de Unili"), en 1265, a uno de sus hijos, Pedro Fernández de Híjar. A continuación, en 1268, el rey dona el mencionado puesto fortificado y el poblado de Onil ("castrum et villa de Unili") a Albert de Lavània. A fines del XIII, se cuentan entre los feudos del almirante Roger de Lauria. No obstante, entre los años finales del XIII y la primera mitad del siglo XIV, Onil y la alquería de Favanella son objeto de un intrincado vaivén de donaciones y cesiones temporales, permutas, ventas, o están sujetos a prolijos pleitos hereditarios, con repetidas reversiones fugaces a la corona. Solo tras una larga serie de transacciones en las que pasa de unas manos a otras, Onil vuelve a titularidad real en el transcurso del siglo XIV.
Siglo XIV
Pedro IV el Ceremonioso instituye la baronía formada por los pueblos de Castalla, Onil y Tibi (con poblados y alquerías adyacentes como Sarganella, Favanella y Cabanyes), y en 1362 la cede en calidad de feudo30 a mossén Ramon de Vilanova, cuyos descendientes regentaron el señorío durante varios siglos, hasta que en el XVII pasó a los duques de Béjar y en el XVIII a los marqueses de Dos Aguas (quienes hasta la extinción del régimen señorial, en los primeros años del siglo XIX, se vieron siempre como herederos legítimos de una línea dinástica que arrancaba en el siglo XIV con los Vilanova). La enfeudación de la baronía de Castalla se lleva a cabo, en el contexto de la llamada guerra de los dos Pedros (Pedro IV de Aragón y Pedro I de Castilla), con el objetivo de mejorar, con la fortificación del castillo de Castalla, la defensa de aquella comarca fronteriza.
Es imaginable que el implante de nuevos pobladores iniciado en la segunda mitad del siglo XIII prosiguiera de forma lenta y paulatina durante los siglos XIV y XV, un proceso acaso dificultado por las epidemias de peste que marcaron aquel siglo y el siguiente y tuvieron incidencia recurrente en tierras valencianas. Junto al elemento cristiano, es razonable pensar que por esas fechas también hubiese población mudéjar en el lugar de Onil o en sus predios rústicos.
Siglo XV
En el Cuatrocientos, fueron titulares de la baronía de Castalla, y por tanto del señorío de Onil, mossén Ramon Lladró de Vilanova y, consecutivamente, su hijo mossén Baltasar Lladró de Vilanova. El segundo de ellos auspició en el decenio de 1470 la llegada a Onil de un grupo de mudéjares oriundos de la vecina Torremanzanas, quienes se sumaron a una pequeña aljama preexistente. Se carece de datos de población generales para el siglo XV. No obstante, las comarcas del sur del reino registran durante esta centuria un sensible aumento de población.
No es seguro que la prosperidad que se suele atribuir al siglo XV valenciano tuviera gran alcance en áreas rurales distantes de la capital como lo era la Hoya de Castalla. Para los vecinos del pueblo, mayor repercusión tendrían probablemente los avatares relacionados con las luchas de bandos que opusieron a las baronías (y a sus vasallos enrolados en sus milicias privadas) del reino desde fines del XIV y durante el XV y en las que estuvo implicado de lleno el linaje de los Lladró de Vilanova, encuadrado en la facción de los Centelles, rival de los Vilaragut.
En las postrimerías de la Edad Media, en los años finales de este siglo, empieza a perfilarse la estratificación social que caracterizará (en proporciones cambiantes) a poblaciones como Onil en las tres centurias siguientes: una pirámide social formada por campesinos, labradores (entendiendo por ello al enfiteuta que tiene a su cargo partidas de terreno mayores que las del simple labriego, con eventuales cultivadores a sueldo), algunos vecinos dedicados a labores artesanales (los llamados menestrales) o al comercio para la provisión de bienes de primera necesidad, un grupo relativamente nutrido de religiosos (por lo general, del bajo clero), algún burgués, algún hidalgo o infanzón (caballero), y por encima de ellos el señor territorial (generalmente ausente y representado in situ por un procurador, no siempre presente), al que el resto de la escala social –exceptuando el clero e incluida la población mudéjar– se subordina obligatoriamente por vínculos de vasallaje. Ese panorama social determina, por lo demás, unas formas de vida eminentemente agrarias, de producción restringida y bajo nivel de consumo.
Siglo XVI
Como herencia visible del señorío a que estuvo sometida la población entre los siglos XIV y XIX, ha quedado el magnífico palacio-fortaleza, conocido actualmente como del marqués de Dos Aguas o Palacio Municipal. Su construcción se inició, no obstante, en el siglo XVI en tiempos de los Vilanova, concretamente de mossén Ramon Lladró (también llamado Ramon de Vilanova Rocafull), y se prolongó hasta entrado el XVII, en la etapa en que ostentaron el señorío de Onil los duques de Béjar. La decisión de edificar el palacio puede que fuera consecuencia del saqueo de la población en 1521, durante la guerra de las Germanías, por parte de tropas de agermanados.
Con el siglo XVI llega seguramente a su apogeo, en el caso de Onil, el régimen señorial, objeto a partir de entonces de un persistente movimiento de contestación. Menudean aún en esa época, no obstante, los contratos de establecimiento (o enfitéuticos, una figura jurídica de origen feudal que pervive hasta el siglo XIX), que implicaban la cesión a vecinos del llamado dominio útil de tierras de cultivo o inmuebles (no su propiedad, o dominio pleno), a condición de sujetarse, en dependencia vasallática, al señor, ante el cual correspondía tributar anualmente. Contra la dependencia señorial, acatada por lo general pero sentida como régimen abusivo, litigó el pueblo de Onil en varias ocasiones. Primeramente, elevando a los tribunales una demanda –la iniciativa correspondió a Castalla– en 1583 con el objeto de anular la enfeudación de 1362, reclamación desestimada después en las cortes de Monzón de 1585 en tiempos de Felipe II, causa que se retoma, nuevamente sin éxito, en el periodo 1617-1628 y en 1657. El segundo pleito importante se inició en 1749, si bien, como en ocasiones anteriores, las pretensiones de emancipación quedaron insatisfechas.
El cómputo de población de Jerónimo Muñoz (1565-1572) señala para Onil, adscrito por entonces a la Gobernación de Xàtiva, la cifra de 145 vecinos. En esta época, se empieza a hacer visible una incipiente burguesía, que, pese al control que ejerce el régimen señorial sobre la vida económica del municipio, va acrecentando sus patrimonios, en parte por medio de actividades crediticias y especulativas.
Siglo XVII
La vida local en el siglo XVII viene marcada en lo fundamental por dos factores. En primer lugar, se registra un pasajero debilitamiento del poder señorial, debido a la larga disputa que enfrenta a la casa de Albatera con el ducado de Béjar acerca de la titularidad del señorío. Ello mitiga en alguna medida el rigor del aparato tributario que había sofocado en el pasado el ejercicio de una vida económica más libre, y en la que poder fundar unas mínimas bases de prosperidad acordes con los esfuerzos laborales del común de vecinos. La segunda característica del momento es el fuerte influjo de la Iglesia, en una sociedad en la que el cumplimiento de los preceptos religiosos y en general las conductas públicas y privadas eran objeto de una atenta vigilancia eclesiástica. Proliferan o se intensifican en esa época, como es sabido, las devociones marianas, que establecen o refuerzan las respectivas advocaciones locales; y así ocurre en Onil a raíz de un episodio de peste en 1648. La mengua de población ligada a esta epidemia no fue notable, aunque se sumó a un cortejo de calamidades (sequías, lluvias torrenciales, plagas de insectos, movimientos sísmicos) que sin duda tuvieron que agravar las condiciones de vida de los habitantes del pueblo, ya de por sí difíciles en una fase histórica de profundo abatimiento como lo fue la del Seiscientos.
La actual iglesia, que ocupa el flanco occidental del Palacio Municipal, consagrada a San Jaime, fue concluida oficialmente en 1778, si bien es posible que ya en la segunda mitad del XVII estuviese habilitada para el culto. Este nuevo templo, planeado por Pere Cambra en 1614, sustituyó a la modesta iglesia o ermita que había existido en lo que se cree fue el núcleo originario del pueblo, construida probablemente en la segunda mitad del siglo XIII, con el establecimiento de los primeros colonos cristianos posteriores a la conquista jaimina. A esa iglesia primitiva se adosaría más tarde (o acaso se asentó sobre ella) el llamado monasterio de Montserrat (hoy en estado ruinoso), construido entre los siglos XVI y XVII para albergar a una comunidad de religiosas, si bien la fundación del beaterio no llegó a concretarse y de hecho el edificio nunca fue habitado por orden alguna.
De un recuento de población de 1609 se desprende que en Onil, a diferencia de núcleos relativamente próximos del extremo oriental de l'Alcoià, el Comtat y la Vall d'Albaida, no había moriscos al inicio de ese siglo. Consta que algunos onilenses se integraron en las milicias que sometieron a los moriscos sublevados en la Vall de Laguar, y en general en la Marina Alta, en respuesta al decreto de expulsión de 1609. En relación con esa cuestión, cabe mencionar, el caso de un grupo de niños moriscos (morisquillos) que quedaron a salvo de la expulsión y que, al igual que ocurrió en otros lugares, fueron asignados a algunos hogares onilenses.
Tras la expulsión de los moriscos (1609), se registraron en tierras valencianas movimientos migratorios interiores destinados a la reocupación de los territorios que habían quedado abandonados después del desalojo forzado de los moros conversos, quienes habían constituido hasta entonces un tercio de la población valenciana. En ese contexto, varias familias onilenses se afincaron, para contribuir a su repoblación, en antiguos lugares de moriscos, tales como Petrer, Monóvar, Novelda, Aspe y áreas colindantes, que habían acusado una drástica pérdida de población tras la expulsión de 1609. Un censo nominal de 1646 atribuye a Onil la cifra de 189 vecinos, que en un cómputo de 1692 asciende a 266 vecinos.
En el tránsito entre el siglo XVII y el siguiente y en un ambiente poco propicio al ejercicio de formas de estudio de carácter seglar, solo el ámbito de la vida eclesial parece garantizar alguna vía de promoción intelectual. Es en ese contexto donde, como emanaciones naturales del siglo XVII, pueden enmarcarse figuras como la de fray Pedro Juan de Molina (1697-1775), quien desempeñó importantes cargos en la orden franciscana, de la que llegó a ser por dos veces general, y es sin duda el miembro más descollante de una familia onilense que dio por esos años otros hombres de iglesia.
Siglo XVIII
A comienzos del siglo XVIII, durante la guerra de Sucesión, Onil se alineó en el bando borbónico, por lo que, finalizada la contienda, Felipe V le concedió el título de "muy fiel y leal" villa y una serie de privilegios y exenciones tributarias, algunos de los cuales nunca entraron en vigor. Al igual que a escala más amplia, el siglo XVIII se distingue en Onil (adscrito desde 1708 a la Gobernación –o Corregimiento– de Xixona, hasta la división provincial de 1833) por ser una etapa de despegue demográfico (ya iniciado en los decenios finales del XVII), pese al factor de freno e inhibición de la iniciativa particular que en el aspecto económico supuso siempre la persistencia de un régimen señorial de caracteres feudalizantes. Ello explica la intensificación a mediados del XVIII de las mencionadas demandas de emancipación –un litigio que se prolonga desde 1749 hasta cuando menos 1760– con respecto al marquesado de Dos Aguas, linaje que asume el señorío ya una vez iniciado el XVIII y lo ostenta durante un periodo de menos de un siglo.
No obstante la existencia de onerosos gravámenes sobre la actividad laboral y sobre otros aspectos de la vida económica y social del municipio, en esta época la agricultura se ve favorecida al concluir el proceso de desecación del Almarjal (la Marjal), la vega que se extiende entre Onil y Castalla, que hasta esa fecha había sido terreno palustre. En las Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia (1795-1797) del geógrafo y botánico valenciano Antonio José Cavanilles se lee la siguiente detallada descripción física del término municipal, así como de sus recursos agrícolas y económicos en general, un diagnóstico que corresponde a los últimos años del Setecientos:
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